viernes, 31 de octubre de 2014

Dinovember

La imaginación es una realidad que no existe, pero sí en el propio individuo. Es una fuente de inspiración y comprensión. De hecho, los niños usan su imaginación para comprender e interpretar el mundo que le rodea.  Pero a edades tempranas, los niños pueden ser muy crédulos, como por ejemplo el caso del Ratoncito Pérez. Yo era feliz guardando mis dientes bajo la almohada.


El caso, lo que traigo es el fenómeno Dinovember, se trata de unos padres que empezaron este proyecto haciendo creer a sus hijos que sus dinosaurios de juguete cobran vida durante la noche hacen sus trastadas solo en el mes de noviembre. Dinovember va sumando megustas y ya cuenta con más de 200.000 en Facebook. El porqué de esto es, según ellos, “en la generación de los iPads y Netflix no queremos que nuestros hijos pierdan su capacidad de asombro y de imaginación. En una era en la que todas las preguntas del mundo se buscan en internet, queremos que nuestros hijos experimenten un poco de misterio. Todo requiere algo de tiempo y energía, creatividad y unos cuantos dinosaurios de plástico”. Por ejemplo, es triste que un niño pregunte a través de YahooRespuestas si existe o no el ratoncito Pérez, esto es verídico. 



La cuestión es que, la imaginación es usada como fuente de creatividad y expresión artística. La infancia condiciona muchas de las conductas de la persona, por lo que tenemos que dejar que la imaginación de los niños fluya para que en un futuro sean personas creativas.


2ª entrada obligatoria: Publicidad y Arte


'FABER CASELL
EN LA PLAZA FORUM'











La agencia publicitaria Ogilvy & Mather recreó la famosa obra “La terraza del café de la plaza Forum”, de Vang Gogh.

Estos anuncios de la marca de lápices de colores Faber Castell aparentan estar pintados con un estilo impresionista, pero si se observa más el detalle, se distinguen los lápices que forman el collage. 






¿Qué mejor manera que esta, hay de mostrar la amplia gama de colores que ofrece una marca de lápices?
La terraza del café de la plaza Forum es un cuadro nocturno, pero a la vez tan cálido y luminoso que nos muestra un recorrido por las tonalidades de cada uno de los colores que usa: zonas más iluminadas, más oscuras...zonas más cercanas, y más lejanas...
Los lápices logran a la perfección esa abstracción de cada tonalidad que se usan en esta obra.
Van Gogh crea un toque de color sobre fondo negro, una poco de alegría sobre lo tenebroso, una luz en medio de la tiniebla, un poco de día en mitad de la noche...
Quizás, la marca Faber Casell, a parte de mostrarnos el juego que da su variedad de tonos, nos esté diciendo con esto, que sus lápices pueden aportar una chispa significativa a nuestros dibujos la cual podría hacerlos únicos.

EL BUSCADOR




Cementerio de Montparnasse, París.

"Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador...

Un buscador  es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. 
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir.  Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. 
Una portezuela de bronce lo  invitaba a entrar. 
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. 
El buscador traspasó  el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. 
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de  un buscador, quizá por eso descubrió, aquella inscripción sobre una de las piedras: 


“Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. 

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra: era una lápida. 
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. 
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía: 


“Llamar  Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. 

El buscador se sintió terriblemente conmocionado.  Aquel hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una tumba. 
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. 
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. 
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. 

El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó. 
Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, por ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué  pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo  ha obligado a construir un cementerio de niños?.
El anciano sonrió y dijo: 
-Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: 
<< Cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue del cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: 


A la izquierda que fue lo disfrutado.
A la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. 

Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, ¿Dos?, ¿Tres semanas  y media?… 
Y después… la emoción del primer beso, ¿Cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … 
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? 
¿Y el casamiento de los amigos…? 
¿Y el viaje más deseado…?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones? ¿Horas?, ¿Días?

Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... Cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.>> "

"El buscador", Jorge Bucay


Montparnasse, camuflado entre las calles de París, desprende el ambiente romántico, la sensación del paso del tiempo, la paz y tranquilidad propias del cementerio en cuyas lápidas se puede leer los nombres de grandes filósofos y escritores de la historia. 

Visitando este lugar me vino a la mente esta pequeña historia y la joven adolescente que hace unos años la descubrió en uno de los libros de su estantería. He de confesar que el final me sorprendió, "Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido". Es cierto, tenemos que disfrutar y valorar los buenos momentos, pero no por ello deberíamos despreciar aquellos que, haciéndonos sufrir, también nos hacen crecer, aprender de los errores y valorar nuestra suerte. 

¿Y qué mejor lugar para pensar en ello que el cementerio de Montparnasse? Donde el tiempo se para, permitiéndonos apreciar la belleza en la tristeza y la melancolía.






















jueves, 30 de octubre de 2014

Photoshoppin' around



Todos mentimos. Algunos bien, otros peor, pero la mentira es una parte indispensable de nuestras vidas. Mentimos a los padres, a los amigos, al gobierno, y a si mismos.


-“¿Duermes bien hijo?”
-“Siiii”


-“No se puede superar 120 en la carretera”
-“Clarooooo”


...Nunca te fies de la persona que tenga dos moviles - yo tengo dos moviles... bueno, un samsung y un iPod, el segundo no es el movil pero cumple los requisitos...

La gente no quiere verdad. Con respeto al estudio de un periodico igles, 86% de las personas prefieren la mentira. Y eso tampoco ha sido la verdad. 

Photoshop permite hacer mas o menos lo mismo, pero con las fotos. Mi primer encuentro con el photoshop fue con 11 o 12 años de edad. En esos tiempos ni sabia que sera mi favorita herramienta de mentir. Lo utilizaba mas o menos como el paint-dibujaba, jugaba con los filtros, y muy poco mas.

Su verdadero uso lo encontre tan solo hace un par de años. Tienes una foto. No te gusta. Quitas a las personas, añades un par de arboles, y ¡ale! Una foto perfecta. ¿Gastas miles de años para sacar un buen render con 3d max? Hijo! Prueba mentir un poco! Un poco de magia y lo tienes en nada!
este coche nunca ha sido tan bajo


El nunca tuve la barba asi

La magia verdadera no existe, solo la de photoshop.

El nunca estaba alli

Ninguna de esas fotos es verdadera, pero, a que lo parecen?  Asi que, no me gusta fotografiar. Me gusta mentir.

Los bocetos de Le Corbusier



Los materiales le ayuidan y se convierten en un instrumento muy agil de representacion, quitando todas las restricciones que aparecen cuanto en dibujo se vuelve tecnico, cuanto aparecen reglas, compases, medidas exactas y cosas de esas.
Proyectar no es medir cosas. Proyectar es plasmar ideas de manera mas rapida y comprensiva posible.



  



Ich mache Fotos gern.


Untitled

Ho paura del buio.

Untitled


Una ventana hacia los dieciséis, hacia esa edad en la que a un chaval le regalan una cámara y se enamora del cielo, y de las nubes y de las sombras de los árboles. Recuerdos que esbozan sonrisas, que crean nudos en la garganta, porque claro, eras tan tonto y ahora te crees que sabes pero no… nunca sabes.
Me encanta rebuscar en ese cajón en el que la única tela de araña que queda se escribe ahora con unos y ceros y no importa si se abre aquí o en Bután. Quizá las fotos no expresen nada, pero ahí está Andrés que toca la cruz porque ha llegado a la cima. No hay nubes sobre Villar. "¿¡Se ve el mar!?"… gritamos a los paracaidistas.
Y ahora caminas por Marchesino y ves la luz roja, como las naranjas rojas con las que te hacen el desayuno por la mañana. Y esa casa abandonada en la que nos colamos e Ilaria te dice que subas por aquí y el pasillo se hace estrecho y largo y al final la ventana… la luz es tan roja en Verona.
Ali con su nikon. De ella surgirán los elefantes y dinosaurios que pueblan las remotas tierras de Alpuente, y los míticos ritos búlgaros que bendicen el desayuno. Y una autofoto en un campo recién segado y un te quiero hasta el fin del cosmos.
Shhhhit, ya estamos retóricos y sentimentales.

1ª entrada obligatoria: FOTOGRAFÍA




OTRA PERSPECTIVA
 DE LA REALIDAD






    



 Pensando en qué fotografía tomar como mi primera en este blog, se me ocurrió que quizás sería buen comienzo hacer referencia al motivo de mi nickel artista  M.C. Escher.
Y basándome en una de sus ilustraciones más conocidas y que más me gustan: Autorretrato, he intentado hacer mi versión fotográfica.






Escher plasma con lápiz sobre papel el reflejo de sí mismo y el salón que le rodea sobre una bola de cristal. 
Por ello mismo he elegido mi salón como escena. La perspectiva escogida (dentro de lo que mi salón me permite) es similar a la de la ilustración: una estantería con libros a la izquierda, tras de mí hay sillones y sofás, cuadros y espejos a la derecha del todo... y en el fondo una gran ventana por la que entra la luz iluminando la parte superior del reflejo. La mano y la bola están plasmadas sobre un fondo difuminado que no deja ver la realidad del lugar que se está tratando, pero sin embargo, el reflejo ofrece otra perspectiva de esa misma realidad completamente distorsionada o distinta.
Algunos pensadores dicen que quizás Escher, al que tanto le gustaba jugar con lo irreal, intentaba decirnos sutilmente que el mundo que nos rodea no es tal y como parece percibirse, sino que está a veces entre lo imaginado y lo real.

Un clásico versionado


El arte es un reclamo publicitario y es utilizado como argumento de ventas. La inclusión del arte en la publicidad provoca que un cierto anuncio sea condicionado por la misma obra de arte a la que se le ha vinculado. Es decir, cada obra de arte connota una serie de valores que pueden coincidir o no con lo que la empresa quiera vender o simplemente se puede producir una democratización cultura de la transmisión de los conocimientos artísticos a un público de masas. 


Una reinterpretación de la obra “La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí es la de Absolut, en la que la composición es la misma ya que al fondo podemos ver las rocas del Cabo de Creus y los colores del cielo y mar mediterráneos. A la izquierda encontramos el árbol.


A pesar de que la composición es la misma los tonos de color en esta son más fríos, luz lunar, tal vez porque en la obra original se puede percibir la calidez del mediterráneo y la empresa de vodka sueco no se identifique con semejante colorido. Este anuncio podemos decir que sería un caso de democratización de la cultura a través de la publicidad ya que tan solo toma la composición y  sustituye los relojes por botellas de la marca.

Otra reinterpretación de esta obra es el cartel de PizzaHut. Dalí afirmaba  que su inspiración fue el queso camembert fundiéndose al calor. Quién sabe si a Dalí le gustaba la pizza o no. Posiblemente la empresa PizzaHut utilizara esta afirmación como pretexto.

En el anuncio utilizan la obra en su integridad excepto que en lugar de relojes blandos tenemos pizzas, como si hubiesen caído del cielo.
«Los relojes blandos no son más que camembert paranoico-crítico, tierno, extravagante y abandonado por el tiempo y el espacio.»  Salvador Dalí
     Así pues, ¿podemos decir que un reloj y una pizza comparten estas características? En realidad, a la pizza la vemos como algo tan cotidiano que no nos paramos a reflexionar sobre ella, pero ¿cómo se siente una pizza? Nunca lo sabremos. Tal vez angustiada, tanto como que las pizzas recuerdan a la obra de El grito de Munch.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Manuscrito hallado en una libreta naranja.

Una ristra de pueblos holandeses a cada lado de la línea roja. Final de trayecto: Venlo. En esa indeterminación en la que el espacio y el tiempo se funden en un vagón de tren, uno vierte sus pensamientos sobre la libretita de tapas blandas que palpita en la mochila y que constituye la extensión más sincera de uno mismo. Cansado y aturdido, esboza signos que se encuentran a medio camino entre el dibujo y la palabra, como señales de humo que escapan de su mente y que poco a poco van tomando forma, y se hacen concretas y empiezan a hablar. Escribe, ajeno a su destino y a la dureza del suelo que esta noche le servirá como colchón.


01-07-2014
(Trayecto Ámsterdam-Berlín)

Escribo hoy por primera vez en este viaje que empezó hace seis días en la terminal del aeropuerto de Valencia. Escribo, la verdad, porque no tengo nada mejor que hacer en el tren. Fuera está oscuro y las vacas duermen. Dentro, mis compañeros de aventuras leen, dibujan, escuchan música o teclean palabras en una pantalla. Un tío holandés explica en una lengua incomprensible que la siguiente parada es Utrecht. Ya hemos llegado, la gente corre hacia los trenes. Dos tipos con pelo largo se acaban de sentar delante. Una pareja pasa frente a la ventanilla. Otra vez en marcha. Adiós Utrecht. Todo vuelve a estar oscuro. A veces nos cruzamos con trenes que van completamente vacíos. El tren traquetea… En medio de esto me acuerdo de Yairus y de su boloñesa y de su pisito en Rotterdam. Y de su asento con el que nos explicaba lo bien que cosinaba su abuelita. Me viene a la cabeza el Rijk. Rembrandt me ha fascinado. La Ronda de Noche es espectacular. Está expuesta al fondo de una gran sala. Me quedo con la sombra que proyecta la mano del tío que va de negro y con la cara iluminada de la niña que aparece por detrás. También me han encantado los batavianes y un paisaje en el que una nube eclipsaba al sol,
dejando una claridad al fondo, algo así como una puerta hacia el cielo. La luz en Rembrandt es magia, es como un polvo dorado que brota de lugares inesperados, creando un halo de misterio.
Vermeer es de mis pintores favoritos. Un día alguien me dijo que si tuviese que ser un cuadro, escogería ser un Vermeer. La sencillez con la que expresa la profundidad poética de sus personajes es increíble. La lechera parece ausente, manteniendo un diálogo eterno con el flujo de leche que está vertiendo. Como si en ese estado llegara a comprender una verdad profunda, que pasa desapercibida para los demás. Uno se enamora de la lechera o de la mujer embarazada que viste de azul, y desearía besarlas en la frente o en los ojos. 

Van Gogh es algo aparte. Pese a que en su museo lo han convertido en un burdo icono del merchandising, Vincent es ese artista que, aunque su dibujo es atroz, uno no puede evitar querer. Quizá por sus colores, por el hecho de que es capaz de pintar una cara como si la piel estuviese hecha de semillas de girasol o un cielo de color verde. Me impacta la evolución que experimenta desde sus primeros cuadros. Los comedores de patatas es algo esperpéntico, una carcajada helada que nos recorre la espina vertebral cortándonos como la hoja de un cuchillo. La risa se deshincha como un globo para dar paso a una profunda tristeza. La perspectiva de su habitación en Arles es infame, pero la mancha de óleo que se acumula sobre la almohada es brutal. Es difícil dar un salto tan grande. Valorar a Rembrandt y seguido a Van Gogh. Deberíamos para ello tener un diafragma tan ágil que fuera capaz de comprender todo lo bueno que hay en cada uno. Ya no sólo en cada autor, también en cada lienzo. El arte en cuanto a representación no es más que algo dramático, un llanto por lo que nunca seremos capaces de alcanzar. Nunca seremos capaces de dar vida al David, ni de hacer correr la sangre en sus mejillas. Podremos, sin embargo, dibujarlo hasta la exasperación, hasta que tiremos el pincel y entendamos que no somos Dios. Van Gogh lo entendía. La grandeza de Vincent no radica en su divinidad, sino en lo genial de su humanidad. La humanidad ingenua y la brutalidad de los niños que con su sinceridad nos muestran un cielo repleto de nubes con las formas más increíbles y los colores más vibrantes. Van Gogh es como un amigo al que quieres mucho. Al ver sus cuadros entiendes la poesía que guarda y la imposibilidad de expresarla a través de los medios convencionales. El color es el último recurso al que se atiene, en un grito discordante que abofetea al espectador para hacerle sentir en sus carnes la realidad que sufre.