Un gran príncipe va a visitar a un maestro de un reino
lejano con expectativas de que le de consejos para cuando asuma el cargo de
rey ya que su padre estaba muy enfermo e
iba a morir. El maestro conocido por su amabilidad y disposición como también por
sus acertados consejos, cuando llegó al templo vio al maestro regando las
flores de su bello jardín, y le dijo:
-Maestro he venido de tierras lejanas, pronto asumiré el cargo de rey y necesito sus consejos.
-Maestro he venido de tierras lejanas, pronto asumiré el cargo de rey y necesito sus consejos.
El maestro con mucha amabilidad le contestó que en ese
momento no podía prestarle atención, y que su atención estaba en los lirios de
su jardín.
El príncipe en ese momento estaba enfadado y le exigió al
maestro que le prestase la atención que se merece. El maestro con mucha tranquilidad,
dejó a un lado la regadera y le dijo que él lo iba a aconsejar en lo que
necesitara, pero antes debía hacerle un favor. El príncipe acertó:
-¿Qué puedo hacer por usted maestro?
-¿Qué puedo hacer por usted maestro?
-Quiero que llenes esta cuchara de aceite poderoso y que
salgas a recorrer mi poblado, pero con una condición, no debes derramar ni una
gota de aceite, de lo contrario no podré aconsejarte en lo que necesitas.
El príncipe comenzó a caminar por el poblado con sus ojos
fijos en la cuchara tratando de no derramar ni una gota, caminó un largo rato y
al cabo de un tiempo regresó con el maestro.
-Maestro no he derramado ni una sola gota de aceite.
-Muy bien.- le replicó el maestro - Y ahora siéntate y cuéntame
que te pareció mi poblado, que te parecieron las casas, los tulipanes…
El príncipe no sabía que responder ya que había caminado con
los ojos fijos en la cuchara para no derramar el aceite. Entonces le dijo que
no le había prestado atención a su poblado.
El maestro muy amablemente le contestó que entonces no le
podía ayudar porque no había cumplido con su parte del trato.
El príncipe se volvió a
enfadar, pero el maestro muy amablemente le dijo que no había necesidad de esa
reacción: -Te daré otra oportunidad. Esta vez quiero que llenes tu cuchara
nuevamente de aceite, pero que le prestes atención al poblado, a todos sus
detalles y no derrames ni una gota.
El príncipe, muy nervioso,
comenzó a caminar y a prestarle atención al poblado, que de hecho era hermoso,
con sus flores al costado del camino, árboles frondosos, llanos verdes, calles
arregladas… Fue tanto el entusiasmo del príncipe que se olvidó de la cuchara y
empezó a disfrutar de su paseo. Una vez de vuelta el maestro le vio y le
sonrió: -¿Qué te ha parecido mi poblado?
El príncipe entusiasmado
comenzó a contarle lo lindo que era y a contarle todo lo que había visto. El
maestro muy cordialmente le interrumpió y le dijo: Veo que has derramado casi
todo el aceite de tu cuchara.
Y le dijo: -Maestro, ten tu
cuchara, no soy digno de tus consejos, no he podido cumplir con lo poco que me
has pedido.
El maestro con los ojos
tiernos lo miró y le contestó: Hoy has aprendido tu lección y ese es mi
consejo. Debes estar atento al camino, pero cuidado del aceite de tu cuchara y
debes estar atento de tu cuchara sin descuidar tu camino.
Tantas veces nos distraemos
que no vemos las oportunidades, nos replegamos solos en nuestras cucharas, nos
volvemos el centro de nuestra existencia y perdemos la noción de nuestro camino
y tantas veces posee tanta belleza cualquier camino que descuidamos tanto el contenido de nuestra
cuchara que se termina derramando.
Disfruta de tu camino sin
olvidar tu objetivo, disfruta de un atardecer, de los colores del cielo de las
cosas que te rodean sin olvidar tus principios y sin que se vuelvan tan
importantes que nublen tu felicidad.
Sabias palabras fani, hay que tratar de encontrar el equilibrio.
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ResponderEliminarQue privilegio tenerte por aquí
ResponderEliminarLa imagen es una preciosidad y la historia nos permite extraer una importante lección. Me han gustado mucho ambas.
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